jueves, 14 de junio de 2012


Buen Caldo

La hora es lo de menos, en el desayuno, en el almuerzo, en la cena, en la madrugada después de la fiesta, en el “calentao” del día siguiente, en cualquier momento el caldo de gallina cae bien y es bienvenido siempre.
Este tradicional plato siempre ha tenido una gran demanda y se ha convertido en el potaje que por su bajo costo está al alcance de todos. “Reconstituye las energías perdidas” aseguran muchos y es que es así es una sustancia revitalizante.

Al principio, los vendedores de este potaje de alguna manera se formalizaron y  acondicionaron un lugar en las esquinas de las zonas más humildes y bajo carpas de colores llamativos vendían el caldo de gallina. Sin embargo con el tiempo, gracias a la gran demanda se establecen los famosos locales generalmente ubicados a pocas cuadras de las discotecas, pubs, bares donde se vende caldo de gallina las 24 horas del día, expandiéndose así por varios distritos de la ciudad.

El caldo de gallina se inició vendiéndose  en carpas y por más que haya locales establecidos donde se haya añadido este  plato, hoy en día la gente sigue consumiendo caldo de gallina en carpas, quizá por la economía o por costumbre, pero el hecho es que sigue siendo en las carpas en  donde el caldo de gallina sabe mejor.

En la esquina del cruce de la Av.Tomás Valle con A. Gamarra, bajo una carpa color verde fosforescente, el señor Adolfo en compañía de su esposa Martiza y su hijo mayor reciben con una sonrisa muy particular a cada uno de sus clientes. De lunes a domingo salen a partir de las 6 pm.
El señor Adolfo me contó que llevan 7 años trabajando en ese lugar, que le va muy bien, gracias a Dios el negocio ha ido creciendo y  eso le ha permitido construir su casa poco a poco.  A pesar de tener competencia a pocas cuadras, su negocio es el preferido por los comensales.

Hace medio  año, mientras esperaba en el paradero en compañía de una amiga, el gran aviso” CALDO DE GALINA “con letras de colores  y el aroma que emanaba de esas grandes ollas llamó nuestra atención animándonos a probar ese caldito de gallina. 
Era la primera vez que comeríamos caldo de gallina en una carpa, pero el hambre pudo más y la idea no nos pareció mala, además se veía un lugar limpio por fuera y por dentro. Apenas entramos, la familia completa nos recibió con un gran saludo: ¡señoritas buenas noches, adelante, tomen asiento!

¿Con presa  o sin presa? Nos preguntó el señor Adolfo, el precio varía y determina lo que te tocará en el plato.
Sin presa, 5 soles,  con suerte y  te tocará un huesito para que no te quedes con las ganas de saborear la gallina y 8 soles con presa, quizá alita, pecho, pierna, pero con seguridad te toará alguna parte de la gallina  y eso sí,  sea con o sin presa viene acompañado  de cebollita china que le da ese  aroma tan peculiar, canchita serrana, huevo duro y limón al gusto.

En esas enormes ollas humeantes, las gallinas se cocinan junto a los largos fideos, los condimentos y  algunas cuantas papas amarillas, de toda esta mezcla sale ese aroma que más de uno reconoce y no duda en comprar.
Ese gran sabor de nuestro caldo de gallina, hace que sea uno de los platos preferidos por los peruanos, siempre estará esperándonos en alguna esquina, en carpas, locales, o carretillas.

martes, 12 de junio de 2012

Alita Broster, chirrido inconfundible


Para muchos, alguna vez, ha caído la noche y se han encontrado en ese indescriptible vacío, ¿con una mezcla de hambre y otro tanto de frío? noches en las que el presupuesto se limita al pasaje para regresar a casa, a fin de descansar de un día largo y pesado. Esas noches tienen a su paso, oasis de regocijos, donde la palabra comida sale por ley.

Con esto no pretendo hacer alabanza de la comida fácil; es más, nos aterra pensar que solo en las frituras podemos saciar antojos, en la que grasas y mayonesas discurran alegremente en una dieta dictada por la falta de tiempo y la vida agitada de nuestros días.

Sin embargo, debemos contemplar que hay situaciones que se desprenden de esta forma de comer, por la que muchos de nosotros mostramos anticuerpos naturales, establecidos más por la razón que por el estómago. Pues no hay que negar que de vez en cuando, un antojo no permitido cruce nuestra mente y puede hacernos caer en la tentación de saturarnos de lo que no debemos.

Así también, existe un motivo para admirar este tipo de cocina al paso, pero no por la esencia misma de lo que sucede entre sartenes, sino por el origen del que proviene su servicio. Gran parte de los negocios pequeños que surgen en las esquinas de las calles nocturnas de nuestras ciudades, son producto del emprendimiento de hombre y mujeres que espumadera y freidora en mano estimulan nuestro gusto a través de su trabajo digno y sacrificado; trabajo en el que con un poco de imaginación y mucho de buena sazón, comienzan jornadas con diversos productos que se van transformando en alimentos que calman el hambre del visitante de turno.

Anticucheras, salchipapas, hamburguesas, son dueñas de las calles en las puertas de locales concurridos por jóvenes estudiantes, ocasionales empleados públicos, antojadizos niños y casi siempre, bulliciosos vecinos, que llegan con sus caprichos particulares de “más mayonesa aquí, un poquito de ají allá, en fin, gustos de cada quien.


Es así como se inicio “El PEPA”, el rey de las alitas broster, que se encuentra en el Cercado de Lima, para ser más exactos, en la Av. Alborada 549. Este hombre de acento argentino peruana ha hecho patria aquí hace 10 años, a punta de papas, carnes, panes y alitas, su fuerte, valga la redundancia. Inicia su jornada a las 7 de la noche, hora en que los comensales comienzan a aglomerar en pos de la alita broster más grande, crocante y caliente de la noche.

Cuando conversé con Sergio, o sea, El PEPA, me decía que los productos que el vendía eran todo un proceso y que no es solo pararse con el carrito sanguchero y ya. “Hay que comprar las papas, el resto de insumos, preparar las salsas, hacer los ajíes y cremas, para poder satisfacer el gusto y las exigencias de nuestros clientes, que ya saben lo que aquí van a encontrar”, además afirma que el negocio es tan bueno que vende un promedio de 75 alitas broster, por la gran demanda del producto.
De pronto la noche fría y solitaria, se torna en cálida, bulliciosa y concurrida, las luces que se desprenden del carrito con unos focos improvisados, parecen iluminarlo todo en esa zona. Los primeros en llegar son algunos niños que dejaron de lado la cena familiar y la leche para comprar ese crocante gustito.

Siguen en lista, quienes regresan a casa después del arduo trabajo del día, luego los taxistas y finalmente cierran la noche, dándole la bienvenida al amanecer, algunos parroquianos que optaron por hacer de la madrugada un espacio de celebración cualquiera y que, al promediar las doce de la noche, desean apaciguar el hambre entre alitas, papas fritas, ensalada y salsas que la casa ofrece. Cierto me olvidaba, El PEPA se queda hasta las 2 de la mañana.

Todas las noches, la tarea es la misma. La preparación empieza con la limpieza del pollo y luego la marinada respectiva con un poco de mostaza, una pizca de ají mirasol, unas gotas de limón, kión, un toque de sal, otro de orégano y huevo; finalmente impregna cada alita con chuño, para luego ir a la sartén y a través de ese chirrido inconfundible, estimular el apetito de los primeros comensales, privilegiados ellos, porque son testigos del augurio de una buena noche.

Con S/.2.50, los asiduos clientes saben que comerán bien y que una porción será suficiente. Y agregarán a la noche, además de las conocidas cremas que colorean la porción, la sensación de un pueblo emergente que a través del trabajo sacrificado de sus hombres y mujeres, reclaman un espacio con oportunidades, basado en el respeto mutuo, el servicio a los demás, el esfuerzo incansable y la sana competencia, porque de emprendedores está hecho el mundo, sea aquí o en la China.


Una Mazamorra calientita para matar el frío


¿Cuántos puesto de mazamorra, calabaza, arroz con leche existen ahora por toda Lima?, y es que creo que nadie podría resistirse a una delicia como esa, mucho menos si estamos en pleno frió.

La mazamorra te calienta para matar el frío, me dijo una morena. Y es verdad, acompañar el frio con un combinado es lo mejor que a alguien le puede pasar. Son costumbres que la tenemos desde ya hace muchos años, y es inevitable escuchar y antojarse de esta delicia que es promocionada con la vos tan potente de las lindas vendedoras paradas en sus carretillas en cada mercado Limeño.

Visité el mercado Consac, ubicado en Angelica Gamarra del distrito de Los Olivos, y más de cuatro puestos se ubican a partir de las seis de la tarde con grandes ollas plateadas a vender una mazamorra morada. “Lleve su mazamorra casera” te gritan, “Un sol te cuesta”. Un dulce típico que cuesta menos que comprar el pan para toda la familia un Domingo por la mañana.

Que irónico pensar que algunos prefieren comer algo que les llene y no gastar menos en un tapercito de nuestro dulce Limeño. Luego ver a muchos de nuestros hermanos peruanos en el extranjero, rogándole a Dios volver a su país nativo para solo probar en el paladar una pisquita de esta viscosa crema. Amen lo nuestro, disfrútenlo, quiéranlo, vendando, porque uno no sabe qué puede pasar luego.

El plato que revienta buen sabor


¿A quien le puede dar roche comer en un mercado después de la revolución que hemos vivido? Es que esta Lima Gourmet tiene varios y conocidos huequitos para poder comer rico.  

Y es, en mi particularidad, el mercadito de Jesús Maria “El San Jose”, el que se ha convertido en el último grito de la moda para comer de pie o atornillado a un banquito pero de todas maneras se disfruta el rico ceviche al paso, un plato que revienta un buen sabor.


No importa si no hay donde sentarse, no importa si la gente esta amontonada, no hay escusa para disfrutar de este cevichito servido en plato hondo con todo lo que uno imagina comer. Esta esquina Gourmet donde el ceviche se devora hasta de pie, no conoce fronteras.


Día a día nos damos cuenta de nuevas tendencias, nuevos descubrimientos y hasta nuevas maneras de ver la cocina y los insumos. Antes, ¿Quien se iba imaginar comer cuy en un restaurante de cinco tenedores? Hoy en día la gastronomía en el Perú está muy bien posicionada y el Perú ahora mira su cocina con otros ojos, y no solo el Perú, ahora es cuando los ojos del mundo miran hacia nosotros.


Muchos años ya lleva este puesto. Y desde los 11 años vengo a visitarlo, es que es imposible olvidar ese saborcito a fresco que con tanto cariño lo prepara Doña Andrea que con este puestito se gana la vida, el cariño y el respeto de todo aquel que venga a disfrutar de un platito. Si quiere disfrutar de algo rico y le duele gastar su dinerito, no creo que durará en ir a este rinconcito. 

lunes, 11 de junio de 2012

¿Picarones calientitos dama, caballero?



Los dedos cubiertos por una delgada película ámbar y una gota en la yema pidiendo permiso para descolgarse dibujaban círculos sobre el plato. Nuestros ojos hipnotizados lamían la masa que sacados de una batea se convertía en irregulares aros, que nadaban en una piscina de miel; nuestras lenguas recorrían el labio de izquierda a derecha, anhelantes.Hasta que  llegó a nosotros elplato de picarón: dorado, caliente, poroso, granuloso, exquisito; monumental. Sí, el mismo que se sirve durante 10 años en el Mercado de Magdalena por la señora Blanca.
Y qué contraste con su nombre; mujer de piel morena, que lleva en sus venas el ritmo, color y en sus manos el don de la cocina, el sabor. Pero regresando al tema principal, es un hecho que los picarones ponen a la gente más alegre, más amigable, eleva los espíritus y lleva a todos a un estado de dulce alegría, y eso se reflejaba en el número de gente que llega a consumir a este puestecito blanco de 4 sillas, pero que alberga a unas 20 personas sin exagerar.

Es cierto, había olvidado mencionar quién era mi acompañante en esta aventura culinaria, pues nada más y nada menos que mi mamá, dulcera por excelencia y quien a lugar donde va a comer da sus comentarios mismo jurado. Pues les diré que apenas habíamos terminado nuestras porciones de tres picarones queríamos más, imagínense para que ella pidiera más cómo estuvo. ¿No nos va a dar dolor de estómago más tarde? La voz de mi mamá salía distorsionada por los dedos dentro de su boca y la lengua extrayendo la miel.

Pensé, una porción más no nos haría daño. ¿Desde cuándo es mala la alegría? Mi acompañante ni objetó, así que pedí dos platos más. ¡Sí! Fue la reacción unánime al pensar en la segunda ronda. ¿Quién se puede resistir a esas joyas azucaradas? Nosotras no.

La señora Blanca, con el delantal manchado de miel y el pañuelo rojo de bolas blancas en la cabeza se alistó para freír más picarones pero tendríamos que contener nuestro entusiasmo un poco, habían otros clientes esperando y seguramente se molestarían mucho si los hacían esperar.

Paciencia, dije con un suspiro. Mientras tanto la señora, como mago que hace trucos de cartas delante de su audiencia, elevó las manos llevando un poco de masa escondida entre los dedos y con habilidad innata sacó un hueco del aire y lo insertó en la masa.

El aro, blanco aún, se zambulló en el aceite hirviendo sin levantar una gota, igualito a ese clavadista en el Salto del Fraile. Miles de burbujitas ardientes atacaron la cruda argolla y se aferraron a sus lados furiosamente para transformar esa mezcla de harina de camote y levadura en un manjar de reyes, de la Ciudad de los Reyes.

Caímos entonces en un periodo de silencio, lo cual es muy raro cuando mi mamá y yo estamos juntas. Nuestro silencio me hizo pensar: ¿Es hereditaria la predilección por ciertas comidas?, ¿está en nuestros genes?

Mi madre dice que cuando estaba embarazada, solía pedirle a mi padre muchos picarones, día y noche. Cuenta que mi pobre padre tenía que ir a buscarlos a donde sea, a la hora que fuera que se le daba el antojo a la panzona. Y yo aprovechaba para meterme mis picarones, recuerda el muy “picarón”.

“Por eso te gustan los picarones”, sentenció con firmeza la mujer que me trajo al mundo. Yo, la verdad, no recuerdo cuando comí mi primer plato. Todo lo que sé es que toda mi vida – ¿desde la panza de mi mamá? – he estado loca por los picarones y que moriré comiéndolos.

¿Vas a comer eso? Le pregunté a mi mamá, absorbiendo lo último de miel que quedaba en mi plato. ¡Deja eso si quieres vivir! , sonó como si me quisiera matar de hacerlo, yo la miré con ojitos tristes y ella me sonrió y se comió el picarón igual. Yo le dije bueno, acuérdate nada más y me eché a reír. Ordené otra. Y es que ¡La vida es tan dulce! Como para echarse a perderla buscando lugares finos para probar las delicias que salieron de cocinas y lugares humildes, pero de gran corazón y sazón.

¡VAMOS DONDE RAÚL!

Uyyyy ¿quién no ha comida papa rellena?, ¿a quién no le gusta?,  una buena papa rellena envuelta con ajisito picante puede resultar lo máximo, de tan solo imaginarlo se me hace agua la boca.

Recordando las épocas de colegio pude acordarme que a la salida del centro educativo dónde estudiaba vendían unas ricas hamburguesas, súper grandes y súper sabrosas, todo el mundo hacía cola dónde Raúl, así solíamos llamar al lugar, porque el señor que vendía dichos pansitos se llamaba Raul. ¿Vamos dónde Raúl? Decíamos casi siempre después de clases.

Las colas eran inmensas pero no importaba, eran demasiado ricas cómo para esperar 30 minutos, pero en esta ocasión no hablaremos de esas ricas hamburguesas, aunque también ameritaría tratarlas quizás más adelante en otra crónica. Esta vez hablaremos sobre las papitas rellenas de Raúl. 

Casi para terminar mi último año en el colegio, Raúl empezó a vender papas rellenas, apenas sacó las primeras al público, volaron totalmente, así que tuve que probarlas al día siguiente. Cuándo las saboreé no solo me gustaron si no que me encantaron, me volví una adicta, era un vicio comer todos las semanas, yo y mi grupo de amigos éramos clientes potenciales.

Decidí entonces ir a su encuentro después de tanto tiempo; Raúl seguía ahí, con un puestito más nuevo y unas silletitas de madera, ahora ya tenía sillas. Lo saludé y le pedí una papa rellena. Él muy amenamente me saludo con un abrazo, me preguntó que era de mí, y terminó con una frase que me causó risa: Nunca dejarás mis papas. Jamás, le respondí.

Comprobé que el sabor estaba igual de siempre, seguía exquisito, no había cambiado nada, y como es de costumbre pedí otra con todas las cremas le dije. Mientras saboreaba mi rica papita le preguntaba a Raúl, si él era el que preparaba todos sus menesteres, a lo que me respondió para sorpresa mía, porque debo decir que pensé que me contestaría negativamente, pero me dijo sí, que efectivamente él las preparaba, que su madre le enseñó a cocinar desde muy pequeño y eso le sirvió para ahora forjar su pequeño negocio, que indudablemente había mejorado.

Terminé mi segunda papa rellena, y cómo me gusta comer mucho ya me estaba yendo por la tercera pero recordé que acaba de salir de una infección estomacal y no podía excederme.

Amo la papa rellena de Raúl, y amo que se encuentre en el mismo lugar de siempre. El Jr. Pacasmayo-San Martín de Porres seguirá disfrutando de las deliciosos sabores a cargo de Raúl, y espero que se conserve por siempre ahí, es imposible que nadie conozca ese puesto pues ha llegado a formar parte de la vida escolar de los alumnos.

Si estás dispuesto a consentir tu paladar, date un salto por ahí, y estoy segura que no te arrepentirás, saborearas las papitas rellenas de huevito, carnesita, aceituna y un guisito muy agradable. Si hay mucha cola no desesperes, lo que llegará después te recompensará.




sábado, 9 de junio de 2012

La jugosidad en los mercados

¿Quién no ha disfrutado de un suculento jugo de frutas frescas con algarrobina, miel y productos naturales? Estoy segura que muchos han pisado un mercado y más de uno se acercado a un puesto de desayunos, algunos lo hacen siempre, otros esporádicamente y algunos lo han hecho una sola vez.
El desayuno en casa se vuelve monótono, todo los días pan con queso, mantequilla, jamonada, mermelada, una taza de café, té o leche, hasta que llega el momento de innovar, probar otras cosas y que mejor que ir a un puesto en el mercado en donde los precios no son ni tan caros, como un restaurante de cinco tenedores, ni muy baratos, como un desayuno del vaso de leche, porque eso sí, solo algunos se pueden dar ese gustito.
Los dueños de estos puestos de desayuno, no son nada considerados, vas a un mercado de un distrito con una economía regular, como Magdalena, Jesús María, Cercado de Lima, y un jugo te puede costar el más barato de papaya a s/3.00 y el más caro un jugo especial s/5.50. En estas épocas de mayo y junio, la fresa es cara, por ende estos jugos suben de precio hasta s/7.00 el vaso, así que dé económicos tampoco tienen mucho.
Ir al mercado suele ser algo cotidiano en las familias peruanas de clase media o baja, pero no todos pueden disfrutar de un desayuno en esas instalaciones, quizá si tomas un emoliente o quaker te sale a un precio justo, pero si tu desayuno es a base de frutas, pues hazte la idea de que gastaras por lo menos s/10.00 por persona, porque no solo es el juguito, sino también puede ir acompañado de un pan con pollo de s/3.00 o un pan con chicharrón de s/5.00. Una familia de cuatro integrantes, puede gastar un aproximado de s/30.00 tomando solo desayuno. ¡Es una exageración! Ni un almuerzo es tan caro.
Analizando la situación económica de muchas familias peruanas, podemos darnos cuenta que los precios de un desayuno nada lujoso son muy elevados. Es el colmo que siendo un país muy rico en agricultura, en donde producimos 56 variedades de frutas en todo el año, este sea un producto de lujo. Si quieres comprar un kilo de manzanas necesitas s/.4.00, si quieres un kilo de fresas s/5.00, eso conlleva a que muchos aprovechen y cobren altos precios, cuando sabemos que a los que trabajan en este rubro, al comprar al por mayor les sale mucho más barato, pero se respaldan diciéndote: “señito”  los precios del kilo de frutas  esta caro en el mercado.
A pesar de los precios y del lugar en donde se ubican por lo general estas “juguerías”, no es un impedimento obtener un jugo para aquel que pueda costearlo, porque también la tendencia mundial de llevar una vida más sana ha generado un crecimiento vertiginoso de juguerías en nuestro país, sobre todo en la capital, la gente se preocupa mucho por su salud y paga lo que sea necesario por su salud. Y esta tendencia ha generado que los dueños de “juguerías” se aprovechen y cobren lo que quieran.
En conclusión, ya ni el mercado es un lugar cualquiera, ahora una persona de pocos recursos no puede tomarse un juguito, porque mientras pagas s/0.20 por un desayuno en el comedor popular, o S/0.80 en una carretilla de emoliente, en un puesto de mercado por lo menos tienes que tener s/3.00 en el bolsillo.

martes, 22 de mayo de 2012

                            FAST - FOOD ESCOLAR

¿Quién dijo que  “los agachaditos” solo se encontraban en los mercados? Pues los colegios no se quedan atrás ¿Cuántos guardaban o guardan sus 0.50 céntimos para la salida de clases? Toca el timbre de salida y es una costumbre salir con tus amigos y acercarte a uno de esos tantos puestos que te ofrecen un paraíso de dulces o ¿por qué no, algo saladito?
Los kioscos se sustituyen por unos individuos que sin poseer una licencia de la municipalidad, adquieren toda la atención de los escolares, los famosos vendedores ambulantes. ¡Dulces! ¡Ricos dulces! Manzana acaramelada, algodón dulce, ponche, bombitas, gusanitos, cachangas, churros, yuquitas, y en el verano el famoso chupete, “chups” o marciano. Algo saladito tampoco caería nada mal: papa con huevo, salchipapa, pan con pollo, papa rellena, ceviche de pota, etc. Con tanta variedad y con la barriga que pide a gritos comida a esa hora, quien se va a resistir.
Es usual caminar por las calles cerca de los colegios nacionales y ver la cantidad de alumnos que hacen tumulto en alguna carretilla,  y sin respetar el orden, simplemente con voz grotesca exigen su pedido, ¡Señora ya pe, ¿para cuándo?! Otros chicos, más educados, esperan un supuesto turno, es decir a que todos los líderes de los grupitos se vayan del puesto para que lo más sumisos puedan comprar.
En los colegios privados la cantidad de estos vendedores ambulantes es de menor cuantía, la calidad de vida de los alumnos es distinta y hay colegios privados mucho más prestigiosos, ¿Qué escolar adinerado va a comer en una carretilla? Ellos van a Starbucks, Delicass, 4D, Zugatti, solo para darse un gustito antes del almuerzo ¿un helado de 3 bolas, un mousse de chocolate, un frapuccino?
Regresando a la comida popular, hasta los ex alumnos al visitar sus colegios, esperan la salida, para recordar viejos tiempo, y comprarse un cebichito de pota o algún dulcecito de la famosa tía veneno, todos hablan de esa “tal tía” que al fin y al cabo no es solo una, sino varias, famosa por servirles bien “taipá” pero también por destrozarles el estómago, la encuentras en los colegios, en las universidades en todas partes.
El Colegio Hipólito Unanue, es uno de los muchos colegios nacionales, que a pesar de no ser tan grande y conocido como el I.E Melgar o I.E Guadalupe, tiene sus agachaditos a las afueras de la puerta principal. Está el señor que vende ponche en su carretilla amarilla, el joven que viene del mercado de más arriba con sus bombitas, gusanitos y cachangas, el famoso chico del cebiche de pota y la señora de la carretilla con dulces embolsados y el pan con pollo.
Son la 1pm y los chicos y chicas salen cual batalla campal a atacar a sus enemigos los ambulantes, estos tratan de abastecer a todos sus pequeños clientes de una manera rápida, sino pierden clientela o ¿tal vez algún producto? Estos niños picaros por estar en el “loquerío” son capaces de hacer cualquier cosa.
El joven Juan, llega al colegio 12:50pm, con la mitad de su carretilla azul provista de los dulces hechos a base de harina con miel encima que no parece ser de abeja pero es dulce y acompaña muy bien esas bombitas, gusanitos o cachangas que tanto les gusta a los chicos. 1:30pm y esa carretilla está totalmente vacía o con una bombita sobrante. ¡Señor ya pues, yapita o eche más mielcita! Los despacha dentro de una bolsa de plástico, 0.20 céntimos es su valor por unidad, o s/1.00 la cachanga o los gusanitos.
Por otro lado, el señor del ponche, un viejito de unos 60 años, que con una gran fuerza mueve y mueve el batido del ponche, uno de color naranja, otro de color blanco, sus barquillos de colores rosado, naranja y amarillo. Los jóvenes del serenazgo ya no saben qué hacer con este viejito, y con todo los demás, pues son imposibles de expulsar.
En los meses de marzo, abril y hasta mayo el joven del cebiche de pota se planta afuera del colegio, ya no es temporada calurosa, pero sigue vendiendo ese suculento plato frío, la respectiva entrada antes de llegar a casa a comer el almuerzo.
Finalmente la señora del puestito de dulces embolsados y del pan con pollo. Esos panes en donde encuentras más migaja que hilachas de pollo, pero que más de uno disfruta como si fuera un pan con pollo de “La Antojería” en Miraflores.
Ni los colegios se salvan de la fiebre de los agachaditos. ¡Hijito a almorzar!, ¡Mamá ya estoy lleno, más tarde almuerzo! El síntoma de a ver pisado un fast-food center escolar.




ESOS CHURROS ESTÁN MÁS BUENOS

Siendo peruana de corazón es más que obvio decir que los mejores manjares y postres se encuentran en mi Perú-Lima y es que nosotros nos ingeniamos para crear una gran variedad de viandas destinadas para adormecer el paladar desde el más incauto hasta el más perfeccionista.
Los dulces picarones, el suspiro a la limeña, un pie de manzana o limón, el blanco arroz con leche y la rica mazamorra morada son unos de los postres más cotizados, que conjuntamente con nuestras costumbres y criollismos lo hacen inolvidables para cualquier visitante.
Caminando con mi prima por la Av. El Olivar, una avenida que se encuentra cerca de mi casa, pude notar una carretillita blanca con el nombre grande de “churros”, las letras eran de color rojo y el señor que despachaba dichos manjares denotaba cierta edad adelantada, pasé por su costado y no me provocó comprarlos, así que seguí de frente.
 Íbamos caminando hacia nuestro destino trazado primordialmente y al regresar entre risas y chismes pasamos de nuevo por aquella carretillita con el hombrecillo de edad madura, caminamos 5 pasos más y ahí fue donde un antojo se apoderó de mi prima. Quiero un churro dijo.
No estaba segura de comprarme uno o no ya que nunca he sido tan devota de estos, cómprate tú le dije. Cuando de pronto veo salir de la mano del señor un churro totalmente diferente a esos que ves en casi todos los sitios de Lima, esos churros delgados, amarillentos y rayados, sacados de una maquina que los mantiene caliente, esos churros que cuando pasas por su lado no provoca ni comerlos. Con el dulcesito ya en la mano de prima me invadió un antojo que lleno de agua mi boca, esos antojos que solo se producen cuando verdaderamente quieres algo.
Ella dio la primera mordida a ese churro que me decía cómprame y luego cómeme, su color marrón dorado, el azúcar echada alrededor de él, el grosor de aquel postre por la gran cantidad de manjar blanco que se encontraba dentro de él, hacían que cada vez más me convenciera en adquirirlo. Señor deme uno por favor, el más calientito. Cóbrese fue lo último que le dije.
En menos de tres minutos el churro estaba dentro de mi estómago, estaba demasiado bueno y por un sol más me compré otro. Mientras me lo iba devorando rápidamente pude preguntarle al anciano quién hacia esos churros tan buenazos. Mi esposa me dijo, ella siempre ha tenido un buena atino para los dulces, no hay ninguno que no le salga bien.
Marcelo, así se llamaba, llevaba vendiendo esas delicias hace 5 años, siempre se le terminan todos y al día siguiente llega con una nueva mercadería, él suele trasladarse cada cierto tiempo a otra localidad e ir rotando continuamente, esta vez le tocó a la Av. El Olivar.
Jamás probé y creo que probaré un churro más rico que el del señor, aún recuerdo su manjar blanco calientito y derretido cayendo por mi boca, su sabor fue exquisito y duradero. ¿Qué dulce no te endulza? Fue lo primero que dije al terminar mi segundo churro.
Si no tienes una vida dulce, te invito a endulzarte con este churro que está más bueno, si este ya no puede endulzártelo, nada puede hacerlo.


lunes, 23 de abril de 2012

Mamita, ¿papita con huevo lleva?

   Mamita, ¿papita con huevo lleva?

Perú es uno de los países en el mundo que puede presumir de variedad gastronómica, debido a la mezcla de culturas y recursos naturales. Las artes culinarias peruanas están en constante evolución y esto, sumado a la variedad de platos tradicionales, hace imposible establecer una lista completa de sus platos representativos, a esto se suman también los precios a los que podemos encontrar por cada plato. Y es que en el Perú desde tan solo un nuevo sol se puede probar delicias caseras como el tallarín rojo, chanfaina, ceviche, hígado, arroz chaufa entre otros. Pero definitivamente hay un plato o más bien un platito que con su sola unión llena de gusto y sabor a los que la comen, y si a eso se le agrega un complemento picante, tengamos por seguro que nos deja sin habla. Sí, es la famosa papa con huevo.
La encuentras en cualquier esquina limeña, en una carretilla blanca, y ahí una señora muy amable que te invita a comer.  Al lado se encuentra su ayudante pelando las papas y los huevos calientitos. Muchas veces la veía cuando iba al mercado con mi mamá, pero distinta fue mi reacción cuando decidí probarla por primera vez.
Es así que me aventuré al mercado Nuevo Milenio en el distrito de Breña el cual delimita con Cercado de Lima, donde se encuentra mi casa. Llegué y lo primero que me sorprendió fue la cantidad de personas que se aglomeraban para comprar un plato, que cuesta desde un sol hasta los 3 soles. Algunos se sentaban en las banquitas improvisadas mientras que otros lo llevaban, como se dice comida al paso. Otra de las cosas que se observaba era la limpieza que guardaba el lugar pues se estigmatiza mucho a los carretilleros de ser sucios y descuidados con lo que preparan y venden, de ahí el precio que hace dudar a muchos. Me acerqué y educadamente la señora me dijo: ¿Mamita papita con huevo lleva?; yo le dije si seño. Me sirvió el más cómodo, el de un sol. Veía como cortaba la papa, el huevo, la sal y la crema que pedí en menos de dos minutos, tiempo controlado con el celular, y entendí que era por el ritmo de trabajo que la obligaba a ser así, la gente que come muchas veces son los comerciantes y trabajadores del mercado que están apurados para llegar a sus centros de trabajo.
Decidí no quedarme a comer ahí, pues el humo de los carros me quitaba el apetito, otro punto que desmotiva a la compra, pero que desde el punto de vista del vendedor es un excelente lugar estratégico.
Le pagué y me dirigía a mi casa probándome a mí misma que podía comer y caminar a la vez sin votar. Fue el recorrido más placentero de mi vida. Sentía como se deshacía la papa amarilla en mi boca y como el huevo mezclado con salsita huacatay se acoplaba perfectamente. Desde ese momento pensé, no es tan malo después todo, iré mas seguido donde la seño, al menos una vez por semana. Es así el comienzo de una relación con esa carretilla por mucho tiempo, o hasta que el tiempo de la universidad me lo permita.
A que quiero llegar con todo esto; a que en este país el que estigmatiza un plato como este es porque vive en la época de la colonia; no saber apreciar lo rico y barato que ofrece nuestro Perú es una perdida de tiempo y alienación; porque si en Estados Unidos existe el perro caliente (hot dog) el cual es el primero que queremos comer cuando viajamos para allá, porque no comer nuestra papa con huevo que es más saludable, nutritiva y que solo cuesta un solsito nada mas, de verdad que  no se van a arrepentir, démosle a los carretilleros la oportunidad de prosperar y exigirse más por un mejor trato y producto. El Perú ya no es Lima y su mazamorra morada y suspiro a la limeña, el Perú es su gente trabajadora y pujante que busca salir adelante en lo que sea.