ESOS CHURROS ESTÁN MÁS
BUENOS
Siendo
peruana de corazón es más que obvio decir que los mejores manjares y postres se
encuentran en mi Perú-Lima y es que nosotros nos ingeniamos para crear una gran
variedad de viandas destinadas para adormecer el paladar desde el más incauto
hasta el más perfeccionista.
Los dulces
picarones, el suspiro a la limeña, un pie de manzana o limón, el blanco arroz
con leche y la rica mazamorra morada son unos de los postres más cotizados, que
conjuntamente con nuestras costumbres y criollismos lo hacen inolvidables para
cualquier visitante.
Caminando con
mi prima por la Av. El Olivar, una avenida que se encuentra cerca de mi casa,
pude notar una carretillita blanca con el nombre grande de “churros”, las
letras eran de color rojo y el señor que despachaba dichos manjares denotaba
cierta edad adelantada, pasé por su costado y no me provocó comprarlos, así que
seguí de frente.
Íbamos caminando hacia nuestro destino trazado
primordialmente y al regresar entre risas y chismes pasamos de nuevo por
aquella carretillita con el hombrecillo de edad madura, caminamos 5 pasos más y
ahí fue donde un antojo se apoderó de mi prima. Quiero un churro dijo.
No estaba
segura de comprarme uno o no ya que nunca he sido tan devota de estos, cómprate
tú le dije. Cuando de pronto veo salir de la mano del señor un churro
totalmente diferente a esos que ves en casi todos los sitios de Lima, esos
churros delgados, amarillentos y rayados, sacados de una maquina que los
mantiene caliente, esos churros que cuando pasas por su lado no provoca ni
comerlos. Con el dulcesito ya en la mano de prima me invadió un antojo que
lleno de agua mi boca, esos antojos que solo se producen cuando verdaderamente
quieres algo.
Ella dio la
primera mordida a ese churro que me decía cómprame y luego cómeme, su color
marrón dorado, el azúcar echada alrededor de él, el grosor de aquel postre por
la gran cantidad de manjar blanco que se encontraba dentro de él, hacían que
cada vez más me convenciera en adquirirlo. Señor deme uno por favor, el más
calientito. Cóbrese fue lo último que le dije.
En menos de
tres minutos el churro estaba dentro de mi estómago, estaba demasiado bueno y
por un sol más me compré otro. Mientras me lo iba devorando rápidamente pude
preguntarle al anciano quién hacia esos churros tan buenazos. Mi esposa me
dijo, ella siempre ha tenido un buena atino para los dulces, no hay ninguno que
no le salga bien.
Marcelo, así
se llamaba, llevaba vendiendo esas delicias hace 5 años, siempre se le terminan
todos y al día siguiente llega con una nueva mercadería, él suele trasladarse
cada cierto tiempo a otra localidad e ir rotando continuamente, esta vez le
tocó a la Av. El Olivar.
Jamás probé y
creo que probaré un churro más rico que el del señor, aún recuerdo su manjar
blanco calientito y derretido cayendo por mi boca, su sabor fue exquisito y
duradero. ¿Qué dulce no te endulza? Fue lo primero que dije al terminar mi
segundo churro.
Si no tienes
una vida dulce, te invito a endulzarte con este churro que está más bueno, si
este ya no puede endulzártelo, nada puede hacerlo.
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