martes, 12 de junio de 2012

Alita Broster, chirrido inconfundible


Para muchos, alguna vez, ha caído la noche y se han encontrado en ese indescriptible vacío, ¿con una mezcla de hambre y otro tanto de frío? noches en las que el presupuesto se limita al pasaje para regresar a casa, a fin de descansar de un día largo y pesado. Esas noches tienen a su paso, oasis de regocijos, donde la palabra comida sale por ley.

Con esto no pretendo hacer alabanza de la comida fácil; es más, nos aterra pensar que solo en las frituras podemos saciar antojos, en la que grasas y mayonesas discurran alegremente en una dieta dictada por la falta de tiempo y la vida agitada de nuestros días.

Sin embargo, debemos contemplar que hay situaciones que se desprenden de esta forma de comer, por la que muchos de nosotros mostramos anticuerpos naturales, establecidos más por la razón que por el estómago. Pues no hay que negar que de vez en cuando, un antojo no permitido cruce nuestra mente y puede hacernos caer en la tentación de saturarnos de lo que no debemos.

Así también, existe un motivo para admirar este tipo de cocina al paso, pero no por la esencia misma de lo que sucede entre sartenes, sino por el origen del que proviene su servicio. Gran parte de los negocios pequeños que surgen en las esquinas de las calles nocturnas de nuestras ciudades, son producto del emprendimiento de hombre y mujeres que espumadera y freidora en mano estimulan nuestro gusto a través de su trabajo digno y sacrificado; trabajo en el que con un poco de imaginación y mucho de buena sazón, comienzan jornadas con diversos productos que se van transformando en alimentos que calman el hambre del visitante de turno.

Anticucheras, salchipapas, hamburguesas, son dueñas de las calles en las puertas de locales concurridos por jóvenes estudiantes, ocasionales empleados públicos, antojadizos niños y casi siempre, bulliciosos vecinos, que llegan con sus caprichos particulares de “más mayonesa aquí, un poquito de ají allá, en fin, gustos de cada quien.


Es así como se inicio “El PEPA”, el rey de las alitas broster, que se encuentra en el Cercado de Lima, para ser más exactos, en la Av. Alborada 549. Este hombre de acento argentino peruana ha hecho patria aquí hace 10 años, a punta de papas, carnes, panes y alitas, su fuerte, valga la redundancia. Inicia su jornada a las 7 de la noche, hora en que los comensales comienzan a aglomerar en pos de la alita broster más grande, crocante y caliente de la noche.

Cuando conversé con Sergio, o sea, El PEPA, me decía que los productos que el vendía eran todo un proceso y que no es solo pararse con el carrito sanguchero y ya. “Hay que comprar las papas, el resto de insumos, preparar las salsas, hacer los ajíes y cremas, para poder satisfacer el gusto y las exigencias de nuestros clientes, que ya saben lo que aquí van a encontrar”, además afirma que el negocio es tan bueno que vende un promedio de 75 alitas broster, por la gran demanda del producto.
De pronto la noche fría y solitaria, se torna en cálida, bulliciosa y concurrida, las luces que se desprenden del carrito con unos focos improvisados, parecen iluminarlo todo en esa zona. Los primeros en llegar son algunos niños que dejaron de lado la cena familiar y la leche para comprar ese crocante gustito.

Siguen en lista, quienes regresan a casa después del arduo trabajo del día, luego los taxistas y finalmente cierran la noche, dándole la bienvenida al amanecer, algunos parroquianos que optaron por hacer de la madrugada un espacio de celebración cualquiera y que, al promediar las doce de la noche, desean apaciguar el hambre entre alitas, papas fritas, ensalada y salsas que la casa ofrece. Cierto me olvidaba, El PEPA se queda hasta las 2 de la mañana.

Todas las noches, la tarea es la misma. La preparación empieza con la limpieza del pollo y luego la marinada respectiva con un poco de mostaza, una pizca de ají mirasol, unas gotas de limón, kión, un toque de sal, otro de orégano y huevo; finalmente impregna cada alita con chuño, para luego ir a la sartén y a través de ese chirrido inconfundible, estimular el apetito de los primeros comensales, privilegiados ellos, porque son testigos del augurio de una buena noche.

Con S/.2.50, los asiduos clientes saben que comerán bien y que una porción será suficiente. Y agregarán a la noche, además de las conocidas cremas que colorean la porción, la sensación de un pueblo emergente que a través del trabajo sacrificado de sus hombres y mujeres, reclaman un espacio con oportunidades, basado en el respeto mutuo, el servicio a los demás, el esfuerzo incansable y la sana competencia, porque de emprendedores está hecho el mundo, sea aquí o en la China.


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