martes, 22 de mayo de 2012


ESOS CHURROS ESTÁN MÁS BUENOS

Siendo peruana de corazón es más que obvio decir que los mejores manjares y postres se encuentran en mi Perú-Lima y es que nosotros nos ingeniamos para crear una gran variedad de viandas destinadas para adormecer el paladar desde el más incauto hasta el más perfeccionista.
Los dulces picarones, el suspiro a la limeña, un pie de manzana o limón, el blanco arroz con leche y la rica mazamorra morada son unos de los postres más cotizados, que conjuntamente con nuestras costumbres y criollismos lo hacen inolvidables para cualquier visitante.
Caminando con mi prima por la Av. El Olivar, una avenida que se encuentra cerca de mi casa, pude notar una carretillita blanca con el nombre grande de “churros”, las letras eran de color rojo y el señor que despachaba dichos manjares denotaba cierta edad adelantada, pasé por su costado y no me provocó comprarlos, así que seguí de frente.
 Íbamos caminando hacia nuestro destino trazado primordialmente y al regresar entre risas y chismes pasamos de nuevo por aquella carretillita con el hombrecillo de edad madura, caminamos 5 pasos más y ahí fue donde un antojo se apoderó de mi prima. Quiero un churro dijo.
No estaba segura de comprarme uno o no ya que nunca he sido tan devota de estos, cómprate tú le dije. Cuando de pronto veo salir de la mano del señor un churro totalmente diferente a esos que ves en casi todos los sitios de Lima, esos churros delgados, amarillentos y rayados, sacados de una maquina que los mantiene caliente, esos churros que cuando pasas por su lado no provoca ni comerlos. Con el dulcesito ya en la mano de prima me invadió un antojo que lleno de agua mi boca, esos antojos que solo se producen cuando verdaderamente quieres algo.
Ella dio la primera mordida a ese churro que me decía cómprame y luego cómeme, su color marrón dorado, el azúcar echada alrededor de él, el grosor de aquel postre por la gran cantidad de manjar blanco que se encontraba dentro de él, hacían que cada vez más me convenciera en adquirirlo. Señor deme uno por favor, el más calientito. Cóbrese fue lo último que le dije.
En menos de tres minutos el churro estaba dentro de mi estómago, estaba demasiado bueno y por un sol más me compré otro. Mientras me lo iba devorando rápidamente pude preguntarle al anciano quién hacia esos churros tan buenazos. Mi esposa me dijo, ella siempre ha tenido un buena atino para los dulces, no hay ninguno que no le salga bien.
Marcelo, así se llamaba, llevaba vendiendo esas delicias hace 5 años, siempre se le terminan todos y al día siguiente llega con una nueva mercadería, él suele trasladarse cada cierto tiempo a otra localidad e ir rotando continuamente, esta vez le tocó a la Av. El Olivar.
Jamás probé y creo que probaré un churro más rico que el del señor, aún recuerdo su manjar blanco calientito y derretido cayendo por mi boca, su sabor fue exquisito y duradero. ¿Qué dulce no te endulza? Fue lo primero que dije al terminar mi segundo churro.
Si no tienes una vida dulce, te invito a endulzarte con este churro que está más bueno, si este ya no puede endulzártelo, nada puede hacerlo.


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