martes, 22 de mayo de 2012

                            FAST - FOOD ESCOLAR

¿Quién dijo que  “los agachaditos” solo se encontraban en los mercados? Pues los colegios no se quedan atrás ¿Cuántos guardaban o guardan sus 0.50 céntimos para la salida de clases? Toca el timbre de salida y es una costumbre salir con tus amigos y acercarte a uno de esos tantos puestos que te ofrecen un paraíso de dulces o ¿por qué no, algo saladito?
Los kioscos se sustituyen por unos individuos que sin poseer una licencia de la municipalidad, adquieren toda la atención de los escolares, los famosos vendedores ambulantes. ¡Dulces! ¡Ricos dulces! Manzana acaramelada, algodón dulce, ponche, bombitas, gusanitos, cachangas, churros, yuquitas, y en el verano el famoso chupete, “chups” o marciano. Algo saladito tampoco caería nada mal: papa con huevo, salchipapa, pan con pollo, papa rellena, ceviche de pota, etc. Con tanta variedad y con la barriga que pide a gritos comida a esa hora, quien se va a resistir.
Es usual caminar por las calles cerca de los colegios nacionales y ver la cantidad de alumnos que hacen tumulto en alguna carretilla,  y sin respetar el orden, simplemente con voz grotesca exigen su pedido, ¡Señora ya pe, ¿para cuándo?! Otros chicos, más educados, esperan un supuesto turno, es decir a que todos los líderes de los grupitos se vayan del puesto para que lo más sumisos puedan comprar.
En los colegios privados la cantidad de estos vendedores ambulantes es de menor cuantía, la calidad de vida de los alumnos es distinta y hay colegios privados mucho más prestigiosos, ¿Qué escolar adinerado va a comer en una carretilla? Ellos van a Starbucks, Delicass, 4D, Zugatti, solo para darse un gustito antes del almuerzo ¿un helado de 3 bolas, un mousse de chocolate, un frapuccino?
Regresando a la comida popular, hasta los ex alumnos al visitar sus colegios, esperan la salida, para recordar viejos tiempo, y comprarse un cebichito de pota o algún dulcecito de la famosa tía veneno, todos hablan de esa “tal tía” que al fin y al cabo no es solo una, sino varias, famosa por servirles bien “taipá” pero también por destrozarles el estómago, la encuentras en los colegios, en las universidades en todas partes.
El Colegio Hipólito Unanue, es uno de los muchos colegios nacionales, que a pesar de no ser tan grande y conocido como el I.E Melgar o I.E Guadalupe, tiene sus agachaditos a las afueras de la puerta principal. Está el señor que vende ponche en su carretilla amarilla, el joven que viene del mercado de más arriba con sus bombitas, gusanitos y cachangas, el famoso chico del cebiche de pota y la señora de la carretilla con dulces embolsados y el pan con pollo.
Son la 1pm y los chicos y chicas salen cual batalla campal a atacar a sus enemigos los ambulantes, estos tratan de abastecer a todos sus pequeños clientes de una manera rápida, sino pierden clientela o ¿tal vez algún producto? Estos niños picaros por estar en el “loquerío” son capaces de hacer cualquier cosa.
El joven Juan, llega al colegio 12:50pm, con la mitad de su carretilla azul provista de los dulces hechos a base de harina con miel encima que no parece ser de abeja pero es dulce y acompaña muy bien esas bombitas, gusanitos o cachangas que tanto les gusta a los chicos. 1:30pm y esa carretilla está totalmente vacía o con una bombita sobrante. ¡Señor ya pues, yapita o eche más mielcita! Los despacha dentro de una bolsa de plástico, 0.20 céntimos es su valor por unidad, o s/1.00 la cachanga o los gusanitos.
Por otro lado, el señor del ponche, un viejito de unos 60 años, que con una gran fuerza mueve y mueve el batido del ponche, uno de color naranja, otro de color blanco, sus barquillos de colores rosado, naranja y amarillo. Los jóvenes del serenazgo ya no saben qué hacer con este viejito, y con todo los demás, pues son imposibles de expulsar.
En los meses de marzo, abril y hasta mayo el joven del cebiche de pota se planta afuera del colegio, ya no es temporada calurosa, pero sigue vendiendo ese suculento plato frío, la respectiva entrada antes de llegar a casa a comer el almuerzo.
Finalmente la señora del puestito de dulces embolsados y del pan con pollo. Esos panes en donde encuentras más migaja que hilachas de pollo, pero que más de uno disfruta como si fuera un pan con pollo de “La Antojería” en Miraflores.
Ni los colegios se salvan de la fiebre de los agachaditos. ¡Hijito a almorzar!, ¡Mamá ya estoy lleno, más tarde almuerzo! El síntoma de a ver pisado un fast-food center escolar.




ESOS CHURROS ESTÁN MÁS BUENOS

Siendo peruana de corazón es más que obvio decir que los mejores manjares y postres se encuentran en mi Perú-Lima y es que nosotros nos ingeniamos para crear una gran variedad de viandas destinadas para adormecer el paladar desde el más incauto hasta el más perfeccionista.
Los dulces picarones, el suspiro a la limeña, un pie de manzana o limón, el blanco arroz con leche y la rica mazamorra morada son unos de los postres más cotizados, que conjuntamente con nuestras costumbres y criollismos lo hacen inolvidables para cualquier visitante.
Caminando con mi prima por la Av. El Olivar, una avenida que se encuentra cerca de mi casa, pude notar una carretillita blanca con el nombre grande de “churros”, las letras eran de color rojo y el señor que despachaba dichos manjares denotaba cierta edad adelantada, pasé por su costado y no me provocó comprarlos, así que seguí de frente.
 Íbamos caminando hacia nuestro destino trazado primordialmente y al regresar entre risas y chismes pasamos de nuevo por aquella carretillita con el hombrecillo de edad madura, caminamos 5 pasos más y ahí fue donde un antojo se apoderó de mi prima. Quiero un churro dijo.
No estaba segura de comprarme uno o no ya que nunca he sido tan devota de estos, cómprate tú le dije. Cuando de pronto veo salir de la mano del señor un churro totalmente diferente a esos que ves en casi todos los sitios de Lima, esos churros delgados, amarillentos y rayados, sacados de una maquina que los mantiene caliente, esos churros que cuando pasas por su lado no provoca ni comerlos. Con el dulcesito ya en la mano de prima me invadió un antojo que lleno de agua mi boca, esos antojos que solo se producen cuando verdaderamente quieres algo.
Ella dio la primera mordida a ese churro que me decía cómprame y luego cómeme, su color marrón dorado, el azúcar echada alrededor de él, el grosor de aquel postre por la gran cantidad de manjar blanco que se encontraba dentro de él, hacían que cada vez más me convenciera en adquirirlo. Señor deme uno por favor, el más calientito. Cóbrese fue lo último que le dije.
En menos de tres minutos el churro estaba dentro de mi estómago, estaba demasiado bueno y por un sol más me compré otro. Mientras me lo iba devorando rápidamente pude preguntarle al anciano quién hacia esos churros tan buenazos. Mi esposa me dijo, ella siempre ha tenido un buena atino para los dulces, no hay ninguno que no le salga bien.
Marcelo, así se llamaba, llevaba vendiendo esas delicias hace 5 años, siempre se le terminan todos y al día siguiente llega con una nueva mercadería, él suele trasladarse cada cierto tiempo a otra localidad e ir rotando continuamente, esta vez le tocó a la Av. El Olivar.
Jamás probé y creo que probaré un churro más rico que el del señor, aún recuerdo su manjar blanco calientito y derretido cayendo por mi boca, su sabor fue exquisito y duradero. ¿Qué dulce no te endulza? Fue lo primero que dije al terminar mi segundo churro.
Si no tienes una vida dulce, te invito a endulzarte con este churro que está más bueno, si este ya no puede endulzártelo, nada puede hacerlo.